Cuando Quito era una ciudad llena de misterios, cuentos existía un hombre de robusto carácter, le tentaban las apuestas, las peleas de gallos, la buena comida y sobre todo le encantaba la bebida. Este hombre era distinguido como don Ramón Ayala y apodado el "buen gallo de barrio".
Dentro de su día tenía la rutina de visitar la tienda de doña Mariana, por sus deliciosas mistelas, en el tradicional barrio de San Juan.
Dicen que la doña era muy hermosa y trataban de impresionarla todos los hombre de alguna manera. Don Ayala después de sus acostumbradas borracheras, gritaba con voz estruendosa que el era el era el más gallo de barrio y que ninguno lo ningunea a él.
Caminando hacia su casa que se ubicaba a unas pocas cuadras de la Plaza de la Independencia, decide pararse frente a la Catedral y así se enfrenta al gallo de la Catedral, diciendo:"¿Qué gallos de pelea, ni que gallos de iglesia", !Soy el más gallo!, !Ningún gallo me ningunea!, !Ni el gallo de la Catedral!
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